Era una noche de verano. Cuando la brisa caliente pasaba por nuestros cuellos y se sentía una frescura increíble. Mis amigos y yo estábamos tranquilos, charlando sobre historias de terror, cuando uno de ellos nos contó una aterrorizante.
Se trataba de una niña que había sido secuestrada y descuartizada en aquel pueblo. La historia tenia un desarrollo impresionante al cual no le presté mucha atención; pero en el instante en que le preguntamos como se llamaba esa pequeña nos contestó: “La pibita”.
En ese momento, las luces de los faroles de las calles se apagaron repentinamente, y salimos corriendo hasta la casa de otro amigo, donde nos encontrábamos todos. Al llegar, contamos nuestra escalofriante historia a los demás, quienes apreciaron detalle por detalle el cuento. Pero lo peor no había pasado aun. Uno preguntó cuando se habían apagado las luces y respondimos: -cuando dijimos…”la pibita”...
De un instante para otro, los rociadores del jardín se encendieron, nos empapamos…y nunca…pero nunca, volvimos a pronunciar ese apodo.
1 comentario:
Renzo: Tu historia me gusta porque es sencilla, hacés entrar al lector en esa noche misteriosa en la que el nombre de "la pibita" se convertía en una maldición. Te felicito.
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