viernes, 24 de agosto de 2007

LAS AVENTURAS DE JUAN Y MARTÍN de Delfina García Salas


Juan y Martín eran dos grandes amigos. Comenzaron la escuela primaria juntos y estaban cursando primer año de Polimodal.
Juan era muy alegre, le gustaba hacer chistes con sus amigos y salir con ellos a divertirse. En cuanto al estudio su materia preferida era Matemática pero no era muy estudioso. Martín en cambio, era más introvertido y le gustaba estudiar para no llevarse materias a diciembre.

Un verano fueron al campo que los padres de Juan tenían en Córdoba. Allí los dos jóvenes se divertían andando a caballo, o por las tardes les gustaba bañarse en el arroyo cerca de la casa. Una mañana muy calurosa los dos amigos fueron a un nuevo arroyo que se encontraba más alejado.

Cuando llegaron el sol los sofocaba y se tiraron dentro del agua con sus ropas. Luego se secaron al sol y la piel les ardía y sus labios se agrietaron.

Martín se quejaba de sus quemaduras y empezó a caminar, cuando encontró una entrada oculta por dos árboles inmensos. Se animó a entrar y descubrió una cueva oscura. Como podía ver lo que allí había, decidió volver para buscar una linterna.
A la media hora regresó con Juan y su linterna

Entraron despacio, sin hablar, iluminando el lugar con la pequeña linterna. Enredaderas colgaban del techo y les tocaban el rostro, ramas con espinas les rozaban sus piernas y los lastimaban. Juan pisó una roca y se cayó, al gritar la puerta de entrada se cerró. Martín corrió para abrirla pero no pudo, habían quedado encerrados.

Juan se levantó con esfuerzo, sentía un gran dolor en su pie derecho Estaban asustados, el lugar les daba miedo, no podían salir ni tampoco gritar por ayuda. Las horas pasaban, los jóvenes tenían sed y hambre. A Martín le costaba respirar porque le faltaba aire, se empezó a desesperar hasta que la puerta se abrió y un hombre muy alto, viejo y con voz fuerte, los vio y se enojó mucho. No los dejo salir.

El los hacia trabajar y les daba de comer. Si no, les pegaba con un látigo o no les daba comida. Un día Martín se hizo el dormido mientras el viejo estaba comiendo de espaldas y lo ató con unas ramas fuertes que había unido durante diez días. Juan lo ayudó, lo dejaron tirado en el suelo y lo ataron a varias rocas para que no se moviera. Salieron corriendo del oscuro lugar y volvieron a sus casas, flacos y débiles.

Nunca más regresaron al campo y sus padres, después de esa tragedia, lo vendieron. La policía arrestó al hombre.
.

No hay comentarios: