domingo, 19 de agosto de 2007

UNA HISTORIA DE MIEDO de Guillermina Ballabriga




Odiaba visitar a mis tíos. Siempre tenían una historia de terror para contarme, que no me dejaría dormir por días.
En mi última estadía en aquella casona en el campo, mi tío decidió narrarme una leyenda. Aparentemente él no creía en lo que el relato decía, pero yo en cambio, sospechaba que algo de toda esa horrible historia era cierto.
Ésta trataba de que hacía ya muchos años, un hombre habría sido asesinado por un gato mediante un corte profundo en su yugular, que podría decirse que lo decapitó.
Era un gato de pelaje oscuro. Esto se había evidenciado por las huellas de sangre que cubrían gran parte del cadáver y el piso de madera crujiente.
En ese momento, mi tía prosiguió con el relato diciendo que el espíritu de aquel hombre los diez de cada mes, día en que había sido aniquilado, tomaba forma de gato negro, de ojos color amarillo ocre penetrantes.
Se dice que el felino se interna en la casona, a las doce de la noche aproximadamente e instintivamente se dirige a su antigua habitación. De un salto se sube a la cama y se dispone a matar a quien durmiese en ese lecho, tan grande y solitario.
No dudé ni un segundo en averiguar sobre ese hecho. Busqué en diarios y revistas, hasta que de pronto encontré una imagen, en un periódico de 1987. Ésta mostraba una casa gigantesca, que por el paisaje que se podía observar tras ella, se encontraba en un campo. Me era muy familiar pero, fue muy tarde cuando me di cuenta. Leí apresurada el artículo y éste relataba tal cual lo que mis tíos días atrás me habían contado.

Volví a la casona con el diario en mis manos, ya que fui a investigar a una biblioteca del pueblo más cercano, sin embargo no encontré a nadie allí. Comencé a desesperarme y a gritar casi sin voz los nombres de mis tíos. Fue ahí cuando hallé una nota de ellos que decía que habían tenido que viajar hacia la ciudad urgentemente y que estarían de regreso a la mañana siguiente.
Ya era tarde. Era 10 de julio. Ya era tarde para notar que la casona en la foto era la misma en donde yo pasaba todas mis vacaciones de invierno. Ya era tarde para darme cuenta de que faltaba poco para la media noche y que era yo la que residía en aquella condenada habitación, escenario de sangrientos asesinatos. Fue muy tarde para darme cuenta de que el gato negro de ojos penetrantes se encontraba frente a mí, dispuesto a descuartizarme.

RELATO BREVE CON DIFERENTES INTERPRETACIONES:

Fui en busca de un árbol. Uno muy grande, un roble quizás. Un pino, un eucalipto también. O uno raro, como un palo borracho.
Salí de casa temprano, a las siete y media de la mañana, con todo mi equipo, cámara fotográfica, libros, etc. Llevé una carpa, por si que acampar.
Caminé y caminé. Caminé por días.
Cuando volví a casa, me alegré de ver que todo estaba en orden. Las habitaciones estaban limpias, todas mis cosas tal cual las había dejado el día en que me fui. El patio había sido barrido, y el árbol que había buscado estaba en su cantero, bien plantado.

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